viernes, 29 de marzo de 2013

Capítulo 2. -Ana-


-¡No! Ni se te ocurra.
Estefi me observa desde la puerta con cara de pocos amigos. En seguida leo sus intenciones en los ojos, pero su reacción es mucho más rápida que la mía. Así que penas tengo tiempo de mirar la página del libro por la que me he quedado leyendo cuando noto un peso de cincuenta kilos aproximadamente cayendo sobre mí. El impacto me deja casi sin respiración.
Por si fuera poco, en seguida noto unos fríos dedos bajo mis costillas. Empiezo a reírme descontroladamente hasta que al fin Estefi me deja una tregua.
-Por favor... - casi no puedo respirar – deja de ir... al gimnasio... Casi me... matas.
Estefi al rato cae al suelo destornillándose de la risa. Cuando por fin ambas volvemos a ser personas medio decentes me pongo a buscar dónde ha caído el libro. Justo cuando lo encuentro unas manos me lo arrebatan.
-Ni se te ocurra, Ana. Para una vez que tus padres te dejan la casa para ti solita no vas a pasarte toda la noche leyendo... - mira la portada del libro detenidamente- 'En llamas'. ¿Este libro no te lo leíste en verano?
Yo agacho la cabeza y noto como mis mejillas se ponen rojas.
-No – digo tímidamente.
-¡Aja! ¡Te pillé! Lo siento Ana, aunque vayas a teatro sigues sin saber mentir. Sí, este es el libro del que te tiraste hablando semanas.
Comienzo a reírme. Sí, es la tercera vez que me leo este libro. Se lo quito de las manos y me tumbo en la cama.
-Estefi, ya sabes que me encanta. Los juegos del hambre son una maravilla. Deberías de leértelos.
-Me los leería si alguien me los dejara – noto la mirada acusadora de Estefi.
-No. No podría vivir sabiendo que están en las peores manos de todo el país. ¿Te recuerdo lo que le pasó al último libro que te dejé?
-¿Vas a estar recordándomelo toda la vida? No es mi culpa que a mi perro le diese por jugar con tu libro.
Me pongo de rodillas en la cama para estar más alta que ella.
-¿Jugar? No le diste de comer a tu perro y se comió lo primero que encontró. ¡Mi libro! - comienzo a alucinar con la importancia que esta chica le da a las cosas.
-Bueno, ¿y qué? De todas formas no era tan...
No dejo que termine la frase. Una gran almohada impacta contra su cara y ella cae al suelo. Así comienza la primera guerra de almohadas de la noche. Cuando me rindo las dos estamos exhaustas de nuevo. Estefi coge el ordenador y yo finjo no escuchar los pitidos del chat, pero finalmente la curiosidad me vence.
-¿Se puede saber con quien hablas? - le digo mientras me acerco por detrás.
Ella se levanta rápidamente de la silla e intenta tapar la pantalla. Tarde.
-¿ÁLEX?¿Hablas con Álex? - ella se muerde el labio como hace siempre que está nerviosa.
-Yo... sí.
-No me lo creo – me doy con la mano en la frente. - ¿Álex? ¿El que lleva siendo nuestro  mejor amigo desde que íbamos a preescolar? ¿Desde cuándo te gusta Álex?
-No me gusta. - dice. Pero vuelve a morderse el labio.
-¡Sí te gusta!
-¡Que no!
-¿Ves? Lo has vuelto a hacer.
-¿El qué?
-Morderte el labio. Siempre que estás nerviosa te lo muerdes. - me siento en la cama y ella le da la vuelta a la silla para poder mirarme a los ojos.
-Tal vez sí que me guste. La verdad es que no me lo había planteado hasta que tú me lo acabas de decir. Llevo varios meses hablando con él en un plan que es más que amistad. Pero ni yo me había dado cuenta.
Me quedo pensativa. Ahora todo cuadra.
-¿Por eso siempre llegabas corriendo a tu casa? ¿Querías hablar con él? - ahora no puedo evitar sonreír y a no ser que ella diga algo serio me dará un ataque de risa.
-Fue cuando Juan me dejó. ¿Recuerdas que lo pasé mal? - asiento. ¿Cómo olvidarlo? Días llorando sin salir de casa. Ni siquiera yo era capaz de animarla. Pero al parecer había alguien que sí lo había hecho. - Pues él hablaba todos los días conmigo. Me distraía.
Ahora lo recuerdo. Álex siempre me preguntaba por Estefi. Si la veía mejor o si había alguna novedad.
-¿Y sabes si él siente lo mismo? - ella niega con la cabeza. Me acerco y la cojo por la barbilla, obligándola a mirarme. - Ahora que lo dices, ¿sabes quién me preguntaba todos los días por ti? - esto consigue devolverle ese espectacular sonrisa a la cara.
-Ni se te ocurra soltar nada por esa boquita, ¿eh?
-Por favor, chica. Parece que no me conozcas. - nos quedamos un rato en silencio. Pero finalmente no puedo resistirme a hacer alguna broma - Así que Álex el skater,¿eh? - ella me tira lo primero que encuentra que, esta vez, se trata del libro de matemáticas.
-¿Has solucionado el problema para el lunes? - me pregunta mirando el libro, aunque en el fondo sé que lo que quiere es cambiar de tema.
Yo niego con la cabeza y entonces se me ocurre algo. Cojo mi móvil corriendo y entro en Twitter. Es una tontería, no me va a contestar. Todos los meses recibe alguna mención por mi parte pero nunca responde. Nunca ha respondido. Aún así yo sigo sin perder la esperanza.
-¿Qué haces? - Estefi se asoma por encima de mi hombro. -¿En serio? - dice tras terminar de leer lo que ya he escrito. - Ana, jamás he conocido a nadie tan desesperada como tú.
Suelto el móvil y me tumbo en la cama. Las lágrimas luchan por salir pero aun así me resisto. No voy a dejar que Estefi me vea llorar por esta ridiculez. Ella vuelve a su ordenador a calmar los insistentes pitidos del chat. No sé cuanto estoy en esa posición, solo sé que esa noche sueño con Hawaii, las paradisíacas islas de Hawaii.
-Ana. ¡Ana despierta! - pego un salto y me encuentro a Estefi a mi lado. Tiene una bandeja con tostadas y dos tazones de leche cargados de cereales.
-Que dulce despertar – le digo irónicamente.
-¿Verdad que sí?
La ignoro completamente y cojo mi móvil. Y entonces lo veo. Un escalofrío me recorre la espalda y soy incapaz de moverme. Por un momento no respiro. 'Esto es un sueño' me digo a mí misma. 'Esto no está pasando'.
-Ana, ¿te pasa algo? - miro a Estefi y noto preocupación en sus ojos.
-Estefi – tengo un nudo en la garganta y tengo que hacer un gran esfuerzo para poder hablar – me ha respondido.

Capítulo 1. -Josh-


-Josh, ¿puedo pasar?
Me acerco corriendo a la puerta del trailer y la abro. Al otro lado me encuentro con mi compañera.
-Pero Jenn, ¿estás loca?
Está completamente mojada, de los pies a la cabeza. Entra dentro y se seca como puede en el esterillo mientras las gotas caen de su pelo. Me fascina esta chica. Solo ella puede tener ese aire de locura y madurez al mismo tiempo. Si no fuera una gran amiga incluso pensaría que siento algo más por ella. Pero sé que no es así.
-Tengo teléfono aunque no lo creas. Si me hubieras llamado te habría abierto la puerta antes y no estarías empapada. ¿Y no tienes paraguas? - le digo con una amplia sonrisa en la boca, ya que me divierte verla así.
-Sí. Pero ya me conoces. - entra en el interior del trailer mientras me sonríe y se sienta en el sofá - ¿Qué has estado haciendo?
-Intentar impedir el desarrollo de este virus que me parece que he pillado – llevo toda la tarde en el calor del calefactor y con treinta paquetes de pañuelos al lado.- ¿Y vosotros qué habéis hablado?
-Estaba hablando con Sam. Creo que va a ser de los primeros en llegar a Hawaii.
Hawaii. Estoy deseando llegar a ese paraíso tropical. Las playas son increíbles. Por no hablar de las ganas que tengo de surfear.
Nos quedamos en silencio un rato, pero no es un silencio incómodo. Ella pasa los canales en la televisión mientras yo leo 'En llamas' de nuevo. Desde que fui elegido para interpretar a Peeta estos libros forman parte de mi vida diaria. Ya he memorizado bastantes diálogos, algo que me encanta ya que son perfectos, como la persona que los escribió.
-Me siento rara. ¿Soy la única persona en el mundo que no tiene Twitter? - comienzo a reírme de nuevo, recordando todas esas bromas que hemos compartido Sam y yo sobre lo poco actualizada que está Jennifer. - No te rías. ¿Crees que debería hacérmelo?
-Yo creo que la gente te conoce como 'La chica sin Twitter'. - vuelvo a reírme hasta que veo su cara. Es entonces cuando me pongo serio. - A ver, Jenn. No hagas lo que no quieras hacer. Si estás bien sin Twitter, no te lo hagas. A veces es mejor no tener. Con Twitter puedes saber todo, absolutamente todo, lo que la gente piensa sobre ti. Malo o bueno.
Jenn me sonríe y vuelve a poner su atención en la pantalla. Pero a mí hablar de Twitter me ha hecho recordar que llevo varias semanas sin entrar. Cojo mi portátil y lo enciendo. Después entro en mi página de Twitter. Como siempre, primero miro las actualizaciones. Encuentro decenas de personas nuevas que me siguen, pero yo a ellos no. ¿La razón? No la tengo. Si siguiese a todos mis fans seguro que se sentirían especiales y bien. Pero yo no lo hago, y es algo que jamás entenderé. Miro unas cuantas menciones, pero nunca contesto, o casi nunca. De repente hay una que me llama la atención.
'Ey, @jhutch1992! ¿Te gustaría ayudarme con un problema de matemáticas? He oído que te gustan bastante.'
Releo la mención varias veces. La verdad  es que me encantan las matemáticas. Me quedo pensando un buen rato. Sí, ¿por qué no?
Paso rápidamente mis dedos por el teclado y le pregunto cuál es el problema. No pasan ni cinco minutos cuando, por segunda vez en la tarde, la puerta recibe unos rápidos y fuertes golpes. Me acerco a ella corriendo y la abro para descubrir un gran paraguas azul. Sam entra como un torbellino, me pone el paraguas empapado en la mano y se sienta corriendo en el sofá. Yo me quedo mirándolo sin moverme de la puerta.
-Por supuesto, Sam, puedes pasar. No vaya a ser que te mojes - le digo irónicamente y él me mira interrogante.
-Venga hombre, si me ibas a dejar entrar de todas formas. Así ahorro tiempo y tengo más para preguntarte lo siguiente – se pone derecho y carraspea, aclarándose la voz - ¿Qué es ese tweet que has puesto?
-¿Qué tweet? – pregunta Jenn antes de que pueda responder.
-Nada. He contestado a una fan – digo sin darle importancia mientras voy al baño y ejo el paraguas escurriendo en la bañera. Después me reúno con los dos en el sofá.
-No sólo ha contestado a una fan. – Ahora Sam se dirige exclusivamente a Jenn – Nuestro Josh no toca Twitter ni tres veces al mes. Este mes ya van cinco. Además de que no has contestado, estás manteniendo una conversación. Tú – me dice señalándome – le has hecho una pregunta.
-Me ha pedido ayuda con un problema de matemáticas. Sé que puede sonar estúpido, pero ya sabéis que me encantan. Y no hago mal a nadie ayudándola. ¿No? – miro interrogante a Sam. Éste suelta un bufido y me pide el portátil. Yo se lo doy de mala gana.
-Josh tienes que tener en cuenta que la fama es peligrosa. Contestar a una fan puede poner muy, pero que muy celosas a las demás. Podrías ocasionar un conflicto con esto.
-Por favor Sam eres un exagerado – pongo los ojos en blanco.
-Lo que tú digas. Con tu permiso voy a averiguar algo sobre la chica del problema.
-Eres un cotilla. No deberías mirar…
-Vaya, vaya. – me corta y noto que los ojos le brillan - La chica del problema es tributo – Jenn se mueve rápidamente y se pega a la pantalla. – También es una gran fan de... ¡oh, que sorpresa! Josh Hutcherson. Y todo el mundo la felicita por tu respuesta. ¡Qué bonito! – se seca una lágrima imaginaria y yo le quito el portátil.
-Te repito que esto – digo señalando el ordenador – no es asunto tuyo. – Me voy a dormir, no hagáis mucho ruido.
Cojo mi portátil y entro en mi habitación. Me siento en la cama y comienzo a leer los distintos comentarios que esta chica a colgado en Internet, no es que tenga nada mejor que hacer. No tengo nada de sueño y ahora mismo no me apetece aguantar las bromas sobre Sam. ¿Qué tiene de malo tener una conversación con una chica? Si todos los famosos trataran como iguales a las fans ellas estarían mucho más contentas, pero parece ser que Sam no comparte mi opinión. Poco después me llega la respuesta a mi pregunta. El problema. Un problema que me deja en vela toda la noche y que me provocará más de un dolor de cabeza.