domingo, 28 de julio de 2013

Capítulo 18 - Ana

Me miro por décima vez al espejo y me hecho otra capa más de maquillaje bajo los ojos. Nada, mis ojeras siguen intactas. Cojo mi mochila y salgo corriendo hacia clase. Cuando llego al instituto los pasillos están vacíos. Lo que significa que las clases ya han comenzado. Llego a mi clase y llamo a la puerta.
-¿Se puede?
-Llegas tarde, Ana. - el profesor de matemáticas me mira con el ceño fruncido.
-Lo siento – susurro.
-Siéntate.
Miro a mi alrededor. El sitio en el que suelo sentarme, junto a Estefi, está ocupado por Álex, así que decido sentarme al final de la clase.
-Lo siento , pensaba que no venías – me susurra Álex cuando paso por su lado.
Le hago un gesto con la mano, indicándole que no tiene importancia. Me siento en la última mesa, al lado hay otra vacía. Saco mis cosas y me dedico a mirar a la pizarra, fingiendo que pongo atención en las clases.
Al rato la puerta vuelve a abrirse y aparece un chico alto y esbelto, rubio. Lleva unos vaqueros negros y un jersey marrón claro que se confunde con su tez morena. El efecto es inmediato, a Estefi se le cae el bolígrafo con el que jugueteaba entre sus dedos, la espalda de Álex se tensa y la clase se llena de murmullos. Yo me limito a abrir mucho los ojos.
-Llega tarde, Juan.
-Lo siento señor – al igual que antes de marcharse, su voz sigue siendo educada, en eso no ha cambiado ni cambiará - Estaba hablando con el director, ni siquiera sabía cual era mi clase.
Sin duda alguna, era él el que mantenía a Adrián y al resto de sus amigos fuera de la mala vida. Entonces me encaja el cambio de Adrián. Cuando se fue Juan se hizo piercing y empezó a vestirse con chándal, a ser un medio delincuente. Ahora que Juan había venido todo volvía a la normalidad.
-¿Vuelves con nosotros? - pregunta el profesor, sin evitar sonreír.
-Sí. Me dieron a elegir entre quedarme en Barcelona y volver, no lo dudé ni un segundo.
Observo como por el rabillo del ojo mira a Estefi.
-Está bien. Siéntese donde pueda.
Echo un rápido vistazo a la clase y se me cae el alma a los pies. Sólo hay un asiento vacío. Estefi sigue a Juan con la mirada mientras este se acerca a mí y se sienta a mi lado. Me pego al extremo opuesto de la mesa.
-Gracias por contestar a todos mis mensajes – comenta por lo bajo.
Me giro y lo observo con atención. Está guapísimo, mucho más de lo que estaba cuando se fue. Bajo sus ojos verdes tiene una zona oscura. Se gira también y me observa atentamente.
-Parece que no has dormido.
-Se podría decir lo mismo de ti, ¿no?
Se encoge de hombros.
-No he estado de humor para dormir últimamente. - nos quedamos en silencio - ¿Y tú tampoco has dormido?
-Justo lo contrario. He dormido cerca de veinticuatro horas desde la última vez que te vi.
-¿Has llorado? - su tono de preocupación hace que lo mire de nuevo y su expresión me lo afirma. Sí, está preocupado. Pero no estoy de humor para responderle, así que vuelvo a girarme - ¡Oh, vamos! ¿Encima de que me preocupo por ti no me lo dices?
-Como si te importase mucho – digo, resoplando.
-Pues sí, me importa. Siempre te he tenido mucho cariño, lo sabes.
-Déjame en paz, Juan – se me quiebra la voz y los ojos se me nublan.
-Ana – alarga la mano y agarra la mía, pero yo la retiro con violencia justo cuando una lágrima cae por mi mejilla. - ¿Por qué no respondiste a mis llamadas?
-¿Que por qué? - me enfrento a él y me giro, a pesar de que ya he comenzado a sollozar – No solo fue Estefi la que no sabía nada de tu partida hasta que te fuiste. Eras mi mejor amigo y yo tampoco sabía nada. De repente me vi sola sin nadie con quien desahogarme.
-Si te llamé fue para saber como estabas. Para que me informaras de lo que ocurría.
No le respondo. Termino de sacar mi agenda y la libreta y comienzo a hacer los ejercicios que el profesor de matemáticas está haciendo en la pizarra. La clase transcurre lenta, muy lenta. Tras lo que parecen horas, miro el reloj. Sólo faltan veinte segundos para el final de la clase, así que empiezo a recoger las cosas.
-Es difícil contestar a las llamadas si te pasas días encerrada en tu habitación llorando.

Me levanto justo en el momento en el que suena la sirena y salgo apresurada de la clase.

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