Me quedo paralizado, observándola,
hasta que alguien me da un golpe por detrás.
-¿Pero qué os pasa a vosotros dos?
¿Es que no pensáis ayudarla?
Álex ha terminado de subir las
escaleras y se ha agachado para observar a Ana, que se ha desmayado.
Coloca su cabeza en su regazo y le toma el pulso. Como me había
contado antes, sus padres son médicos y él va a estudiar medicina
también, algo que en estos momentos agradezco.
-Vamos a meterla dentro. ¿Me echáis
una mano o vais a quedaros ahí parados?
Me acerco a ella y la cojo en volandas.
Álex llama al timbre y después entra en la casa.
-¿María? ¿Estás aquí? Ana se ha
desmayado.
-¡Oh, vamos! - Adrián le empuja y
entra en la casa – No hay nadie. Está sola. Han vuelto a irse de
viaje.
-¿Otra vez?
-¿No me has oído? - Adrián no se
molesta en ocultar su irritación.
Mientras los dos se pelean yo avanzo
con Ana en brazos y entro en el salón. Es una habitación no muy
grande dividida en dos. En un lado hay una mesa y, en el otro, dos
sofás rojos y un televisor de pantalla plana. La suelto con cuidado
en uno de los sofás y me siento junto a ella. Coloco su cabeza en
una de mis piernas y acaricio con cuidado su pelo.
En el otro sofá se sienta Adrián. Lo
observo con atención y me doy cuenta de que no se parece en nada al
chico que Ana me había descrito por mensajes. Pensaba que me
encontraría con un creído, lleno de piercings y tatuajes, con ropa
desaliñada; pero me ha sorprendido encontrarme con un chico inseguro
y que viste con vaqueros y camisetas modernas. En la cara tiene
varios agujeros que se abren cuando hace algún gesto, lo que muestra
que sí ha llevado piercings, pero ya no.
Enseguida llega Álex con un vaso de
agua. Incorporo a Ana, que poco a poco recupera el conocimiento.
-¿Estás mejor? - le pregunta Álex
cuando se termina el vaso de agua.
Ella asiente con la cabeza.
-Me tengo que ir – interviene Adrián,
levantándose – Mañana te llamaré y más te vale que me cojas el
teléfono. Tenemos que hablar, ¿entendido?
Ana no parece muy convencida, pero
finalmente asiente.
-Entendido.
Adrián se acerca a ella, se inclina y
le da un beso en la frente.
-Juan y Estefi están muy preocupados
por ti. Hablamos mañana – y abandona la habitación.
Nos quedamos en silencio. Ana aún no
se ha fijado en mí, lo que hace que me pregunte si sabe que estoy
sentado a su lado.
-Voy a por más agua – dice Álex.
Cuando nos quedamos a solas noto como
se me acelera el corazón. Menos de un mes hablando con ella y cometo
la locura de mi vida viniendo hasta aquí para quedarme en blanco,
sin saber qué decirle.
-¿Estás aquí de verdad o he
terminado de volverme loca? - pregunta en un perfecto inglés.
-No estás loca. Estoy aquí – le
respondo en español y deslizo mi mano hasta coger la suya.
-¿Desde cuando hablas español?
-He dado unas cuantas clases – una
sonrisa se dibuja en su rostro y, finalmente, clava sus preciosos
ojos marrones en los míos.
-¿Qué haces aquí?
-Bueno... No respondías a mis
mensajes.
Ella suelta una carcajada.
-No me puedo creer que estés aquí,
Josh.
-Pues creételo, es verdad.
Volvemos a quedarnos en silencio y ella
vuelve a romperlo, algo que le agradezco.
-Siento no haber respondido a los
mensajes. Apagué el móvil hará cerca de una semana. No quería
saber nada de nadie, y no lo he vuelto a encender.
-No importa. Algo me dice que no lo
estás pasando muy bien últimamente. Y lo entiendo.
-Gracias.
Se tumba sobre mi hombro y al poco
tiempo se queda profundamente dormida.
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