Hace unos meses me invitaron a una
fiesta de disfraces. Había camareras disfrazadas de enfermeras con
faldas minúsculas o de policías con escotes vertiginosos
repartiendo vasos de champán en bandejas o sirviendo aperitivos
minúsculos que tu estómago apenas apreciaba. Recuerdo que había un
jacuzzi en una de las esquinas y más de uno acabó cayendo en él.
Pero esta fiesta, era muy diferente.
Atravesamos un arco bordeado con luces
de neón y entramos en un establecimiento en el que no cabe ni un
alfiler. La gente baila al ritmo de la música, gritan y cantan, se
hacen fotos sin importar que haya tres personas en medio... A lo
largo de una de las paredes, hay una barra de bar en la que tres
camareras, disfrazadas de Supernenas, sirven bebidas y refrescos. En
la esquina más alejada de la puerta, un grupo de hombres intenta
conectar una infinidad de cables a un ordenador y a unos micrófonos.
Por encima de sus cabezas, hay un cartel en el que puede leerse:
'karaoke'.
-¿Dónde ha ido Ana? - le pregunto a
Álex al ver que ha desaparecido de mi lado.
Álex se encoje de hombre y, justo
cuando lo hace, aparece la chica detrás de él.
-¡Tomad! - grita sobre el sonido de la
música. - Una pepsi para ti – me entrega un vaso con cubitos y
lleno de un líquido oscuro – y fanta de naranja para ti.
Alarga el mano con un vaso lleno de un
líquido naranja hacia Álex. Éste se mira las manos, cubiertas por
unos espesos guantes. Se quita uno y se lo guarda en uno de los
bolsillo de los pantalones negros que lleva. Entonces coge el vaso y
lo mira con detenimiento a través del casco que lleva puesto.
-¡¿Y cómo me bebo yo esto?! - grita.
-¡Ah, sí! - Ana saca una pajita y la
mete en el vaso de Álex – Casi se me olvida.
Álex hace un gesto de aprobación con
el pulgar e introduce el fino tubo por una de las muchas ranuras que
tiene su casco.
No me molesto en preguntarle a Ana cómo
sabe que quería una Pepsi ya que al parecer está bien informada.
Ella lleva un vaso de tubo en una de sus manos protegida por un
guante de aviador (que no se ha quitado) y bebe gracias a una pajita
una bebida transparente. Supongo que será Seven Up.
-¿Y ahora qué hacemos? - pregunta
Ana.
-¿Bailar? No sé, ¿qué se supone que
se hace en una fiesta?
-¡Odio bailar Álex, deberías
saberlo!
-¿Y si vamos a ver qué hay ahí? -
grito por encima del ruido, señalando una puerta que hay justo
enfrente y por la que entran y salen grupos de jóvenes – Parece
que hay más espacio y tranquilidad para hablar.
Ambos asienten y nos dirigimos hacia
allí. Cuando pasamos al otro lado de la puerta el ruido desaparece.
Estamos en una sala de paredes negras, al igual que la anterior, pero
con mucha menos gente. Tal solo hay un grupo de chicos en una de las
cuatro mesas de billar y, entre ellos, una única chica disfrazada de
niña del exorcista. También hay futbolines, dianas y máquinas de
videojuegos.
-¿Un billar? - pregunta Ana.
Por encima de su cabeza, detrás de
ella, veo a Álex negar con la cabeza, pero decido aceptar.
-Hecho, ¿con quién vas de pareja?
-¿Perdona? - Ana se detiene a mitad de
camino entre la mesa e billar y me mira a través de las gafas
plateadas.
-No, Josh – Álex me pasa un brazo
sobre el hombro – Esta vez nos toca a nosotros ser la pareja. Ya lo
entenderás – añade al ver mi mirada de perplejidad.
Sólo llevamos dos rondas cuando
comprendo el por qué. Ana ya ha metido la mitad de sus bolas
mientras que nosotros apenas acertamos, a pesar de que nos ha dejado
tirar más de una vez seguida. Está sentada en una de las esquinas
de la mesa, parece aburrida. Y no me extraña, Álex y yo no dejamos
de quejarnos sobre quién es el que nos está haciendo perder.
-Cómo echo de menos a alguien contra
el que me sea difícil ganar – se queja Ana, haciendo una mueca
hacia mí para picarme.
-¿Cómo a tu maestro de billar? -
pregunta Álex, y por primera vez desde que lo conozco muestra
molestia en su voz.
Ana hace un ruido extraño con la
garganta y baja de un salto de la mesa.
-¿Te molesta ser peor que él jugando
al billar?
-No. - contesta, tratando inútilmente
de ocultar su enfado – Pero no tengo ganas de que empieces a
contarnos lo bien que te lo pasabas con quien tú ya sabes.
-Maldita sea, Álex – se queja Ana,
mientras golpea con fuerza una de las bolas con el palo para intentar
colarla por uno de los agujeros. Falla – Llevo una semana encerrada
en mi casa y cuando saco tienes que sacar ese tema, ¿no?
-¡No he sido yo quién ha empezado!
Yo observo la discusión desde fuera,
incapaz de saber de qué hablan. Me fijo en la chica que hay en la
otra mesa, que camina hacia nosotros.
-¿Perdona? - dice, golpeando el hombro
de Álex - ¿puedo hacerme una foto?
Álex retrocede rápidamente, chocando
contra la mesa de billar y moviendo de sitio todas las bolas. Ana
suelta el palo sobre la mesa de mal humor y se acerca a regañar a
Álex pero, al igual que él, se queda petrificada mirando a la
chica.
-¿Y bien?
Álex se da la vuelta y camina hacia la
puerta, pero Ana lo coge de la capa negra y le da un tirón hacia
atrás. Álex se tambalea y cae sobre la chica, quien lo sujeta con
fuerza. Sin embargo, el vaso de naranja que llevaba Álex en la mano
se vierte por completo sobre la camiseta de la chica.
Ana se tapa con ambas manos la boca y
yo abro mucho los ojos. Álex permanece inmóvil. La chica, sin
embargo, comienza a reírse.
-No pasa nada. Soy la niña del
exorcista. Cuantas más manchas, mejor.
Ayuda a Álex a incorporarse y se pone
junto a él. Le pasa su móvil a Ana y ésta hace la foto.
-¡Gracias! - grita eufórica mientras
coge el móvil – Me encanta Star Wars. Antes no, pero mi mejor
amigo es un friki y me convenció para ver la saga un día. Desde
entonces me encanta. Por cierto, - dice, girándose hacia Ana – he
visto como juegas. Es espectacular. Sólo conozco a un par de
personas que juegan tan bien. Creo que les encantaría echarse una
partida y...
Abre mucho los ojos y después los baja
hacia su camiseta llena de mugre. Se la sube un poco hasta que la
mancha de la bebida de Álex roza su nariz.
-Fanta de naranja.. - susurra. Entonces
levanta la mirada y mira alternativamente a Ana y a Álex - ¡¿Si
sabéis quien soy por qué no me saludáis?!
Ana sonríe forzadamente y Álex
intenta de nuevo una maniobra de evasión que acaba con Ana
agarrándolo por el cuello de la camiseta negra y susurrándole algo
al oído. A mi lado, la chica sigue gritando en español cosas que no
entiendo. Me imagino que no debe ser algo muy bonito.
-¡Puedo explicarlo! - grita Ana.
-No hace falta que expliques nada. Me
imagino lo que ha pasado. Te ha pedido que vengas con él y, como es
normal, no me has dicho nada por su petición. ¡Tú! - levanta un
dedo, amenazante, y se acerca a Álex - ¿Ni siquiera vas a saludarme
cuando me veas?
-¿Ocurre algo? - detrás de la chica
aparece un chico alto y rubio, musculoso, disfrazado de rey. Lleva
una larga capa roja y una corona enorme sobre la cabeza. También
lleva una espada en uno de sus costados, sujeta por un cinturón.
-Son Álex y Ana. - por primera vez,
sus ojos se clavan en los míos - ¿Y tú eres...? - al igual que Ana
había hecho antes, la chica se tapa la boa con ambas manos y me
sorprendo de la similitud de los movimientos de ambas.
-¡Nadie! - grita Ana, poniéndose
delante de mí con los brazos abiertos. - No digas su nombre.
-Es verdad – susurra la chica entre
sus manos – Está aquí por ti.
Ana grita y le pega un tortazo a la
chica que la hace retroceder, pero apenas se inmuta. Sin embargo, el
chico rubio que hay a su lado se inclina para ver cómo está. La
chica niega con la cabeza y se ríe, entonces se da la vuelta y mira
a Ana con curiosidad.
-Tú has mejorado mucho en esto de
actuar, ¿eh? ¿Cuándo te han enseñado a pegar así?
-Mientras tú estabas en Barcelona –
comenta, aunque con una pizca de maldad en su voz.
¿Barcelona? Mi cabeza empieza a
funcionar. Ese chico, es Juán.
-¿Se puede saber por qué me pegas? -
pregunta la chica que hay junto a Juán.
-¿Qué está pasando aquí? - se
acerca un chico disfrazado de teléfono móvil y a este sí lo
conozco. - ¿Quienes son?
-Hola, Adrián – contesto. - ¿Ya no
me reconoces? Ayer averiguaste sin ningún problema quién era.
La chica, quien aún no sé quién es,
emite una exclamación y se gira hacia Ana, boquiabierta.
-Sí – responde Ana a la pregunta que
aún no ha formulado – Ha dado clases de español.
La chica sonríe pícaramente y se
acerca a mí.
-¿Has aprendido español por ella?
-¡ESTEFI!
Y todas las piezas se unen. Al fin
conozco a Estefi. La chica dolida y que siempre guardaba un rastro de
tristeza tras sus ojos está frente a mí. Así es como me la había
descrito Ana. Sin embargo, ahora parece mucho más feliz y supongo
cuál es la razón: Juan.
Ante su pregunta mis mejillas enrojecen
y maldigo que mi antifaz no las cubra. Se hace el silencio, aunque
no espera a mi respuesta. La pregunta que ha formulado Estefi era una
pregunta retórica. Al final, Ana es quien rompe el silencio.
-Bonito método para dar tu número de
teléfono, Adrián.
Adrián mantiene la vista fija en los
ojos de Ana. Ahora parece un chico muy diferente al que ayer conocí.
Ahora su mirada reta a cualquiera. Abre la boca para responder, pero
un chico nuevo aparece detrás de él, vestido de pitufo, responde en
su lugar.
-No va a estar esperándote siempre. La
vida continúa, Ana.
-Parece que mi disfraz no es tan bueno
como esperaba si un paleto como tú, Miguel, puede reconocerme.
-Aunque la mona se vista de seda, mona
se queda. Lo mismo pasa con las... - un chico sin disfraz se une al
grupo. Ninguno de los presentes sabe lo que iba a decir. Una sombra
cae sobre él y al segundo siguiente el chico está escupiendo
sangre.
-¿Por qué no cierras la boca? -
pregunta Juan, con el puño levantado, dispuesto a dar otro golpe.
-Sal de aquí – Adrián se ha
acercado a Ana y la empuja hacia la puerta. Estefi se acerca a Álex
y lo empuja también. Gira la cabeza y me mira por encima de su
hombro, me hace un gesto para que los siga y la obedezco.
Aparecemos de nuevo entre el bullicio
de la fiesta. Estefi me coge de la mano y me guía entre la gente
hasta la salida, donde nos esperan los demás.
-¿Y Juan? - pregunta Ana, intentando
ver entre la multitud.
-Estará bien – dice Estefi, sin
conseguir ocultar su preocupación.
-Voy a asegurarme – dice Álex,
escabulléndose junto a Estefi pero ésta es más rápida y lo
agarra. - ¡Solo voy ayudar a tu novio! ¡Suéltame!
Da un tirón y Estefi suelta la capa.
Al segundo siguiente, se ha perdido entre la gente. ¿Así que han
vuelto?
-Lo siento – dice Adrián – Son
unos estúpidos. En realidad me obligaron a ponerme este disfraz con
mi número escrito. Ya sabes que nunca les has caído bien.
Se acerca más a ella y se alejan unos
cuantos metros, así que soy incapaz de escuchar.
-Soy Estefi – me giro y veo cómo la
chica me tiende la mano.
-Es un placer, Ana me ha hablado mucho
de ti – contesto, estrechándole la mano.
-La mataría si no lo hubiera hecho –
ambos reímos, liberando tensiones – Siento haber causado una mala
impresión ahí abajo. Juan es un buen chico, pero esos dos son
tontos.
-Tranquila, sino les hubiera pegado él
lo hubiera hecho yo.
Ella sonríe. Tiene una dentadura
perfecta, a pesar de que la mitad de sus dientes estén pintados de
negro ahora mismo.
-Gracias por haber venido, seguro que
ahora está mucho más feliz.
Mira por encima de mi hombro hacia Ana,
quien ha dejado de hablar con Adrián y camina hacia nosotros.
-¿Y bien? - pregunta cuando llega -
¿Quieres que te lleve a dar una vuelta antes de volver al piso de
Álex?
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