miércoles, 25 de septiembre de 2013

Capítulo 39 - Josh

Cuando piso suelo español de nuevo me dan ganas de regresar al avión. No solo por el grandísimo cambio de temperatura, sino también por miedo. La última vez que vine aquí, venía decidido a conocer a una chica por la que poco después comencé a sentir algo, aunque ese “algo” sigue siendo desconocido para mí. Ahora, medio año después, no sé nada de la chica, sólo que me odia. Dejé de llamarla aun sabiendo lo importante que era para ella y retomé mi relación con mi exnovia. Teniendo en cuenta que todo el planeta sabe que volvimos, Ana también lo sabrá… y me odiará por ello. No éramos pareja, pero tampoco amigos. No estoy seguro sobre nada de lo que pueda haber pasado en su vida estos meses, pero seguro que no ha sonreído cada vez que le hablaban de mí.
Esta vez no necesito que nadie me recoja en el aeropuerto, como Álex, quien vino la primera y última vez que estuve aquí; sino que cojo un taxi y le indico la dirección. Como siempre, llevo mi gorra y mis gafas de sol, esperando que nadie me reconozca. El taxi tarda unos veinte minutos en llegar a la ciudad y me deja en la calle paralela a la de Ana.
A diferencia de la última vez, el ascensor funciona perfectamente, así que entro y, en cuestión de segundos, las puertas vuelven a abrirse. Es como si viajara en el tiempo, como si Álex estuviera a mi lado. Ahora debería haber un chico hablando con Ana en la puerta, sin embargo está cerrada. Antes de que pueda arrepentirme, avanzo con decisión y hago sonar el timbre.
Cuando la puerta se abre me encuentro con unos ojos profundos, oscuros, marrones, marcados por un lápiz negro, resaltándolos más aún si cabe. El pelo, más corto que la última vez que la vi, le cae ondulado hasta la altura del pecho. Tiene los labios pintados con carmín marcados en una sonrisa algo forzada, el ceño fruncido y una ceja levantada. Es mucho más guapa de lo que recordaba. Entreabre la boca un poquito y después sonríe, enseñando unos perfectos dientes blancos y mostrando una expresión de completa confusión.
-¿Hola? – pregunta.
Hay algo raro en su voz, pero estoy tan absorto en su rostro que apenas me doy cuenta. Está más esbelta, no tan delgada. Parece incluso mayor, más madura. ¿Tendré algo que ver con la razón que la haya hecho crecer de golpe?
-Te has cortado el pelo – es lo único que consigo decir.
Ella baja la mirada y se enrosca un mechón de pelo en su dedo índice, después vuelve a mirarme.
-Sí – añade con el ceño más fruncido aún, - pero de eso hace ya bastantes meses. Me ha crecido bastante rápido.
Desde luego me esperaba voces, empujones, golpes y puede que incluso lágrimas. No hay nada de eso. Simplemente es como si yo fuera alguien a quien ve todos los días, algo que probablemente sea cierto si, como muchas chicas de su edad, tiene mi cara como fondo de pantalla del móvil. Aunque después de los ocurrido es poco probable.
-¿No vas a gritarme? – decido preguntar al final, rompiendo el silencio.
-¿Por qué iba a hacerlo? – pregunta confusa.
-¿Que por qué? No sé. Tal vez porque… No te llamé y… - las palabras se confunden y decido morderme la lengua antes de soltar alguna tontería. Y entonces lo comprendo - ¡Ah! Vale. No vas a gritarme. Tu castigo será simplemente fingir que no me conoces, ¿no?
Ana chasquea la lengua y me mira de arriba a abajo.
-La verdad es que me suenas mucho, pero ahora mismo no sabría decirte quién eres.  ¿Alguna pista?
Me apoyo en el marco de la puerta rendido y me paso la mano por el pelo.
-Está bien. Ana siento muchísimo lo que hice. Dejé de llamarte, lo de Vanessa… y ahora me presento aquí en tu casa como si nada y tú… tú… - me tapo la cara con ambas manos. ¿Qué estoy diciendo?
-Tranquilo chico – dice como si nada, y me acaricia el hombro, lo que hace que me recorra un escalofrío – Si fuera por mí te perdonaría, pero yo…
-No hables – le pido – Sé que siempre decíamos que sólo éramos amigos pero sé que tal vez para ti no fue solo eso… Y para mí tampoco, la verdad. Yo… no sé lo que sentía pero la distancia… No sabía si querrías algo y…
-Yo creo que cualquier persona querría algo contigo, por muy lejos que estuvierais el uno del otro.
Me quito las manos de la cara y la observo con atención.
-¿De qué estás hablando?
-¿De qué estás hablando tú? Yo sólo te estoy alagando. – añade con una sonrisa pícara.
-¿Quieres decir que… me perdonas?
-Pero si no me has hecho nada.
-Te hice daño, ¿no? O al menos pensaba que te había herido, aunque tal vez no signifique mucho para ti en tu vida. – al decirlo me doy cuenta de que nunca me he cuestionado la importancia de mi persona en su vida. Pero, ¿y si no soy tan importante para ella como siempre he pensado?
-La verdad es que no me has herido nunca, chico.
-Deja de llamarme chico, Ana. Por favor.
-Yo no…
-Intenté llamarte, pero cambiaste tu teléfono. – ahora hablo lo más rápido posible, intentando borrar lo que he dicho antes.
-Esto deja de tener gracia…
-No sabes las ganas que tenía de volver a verte. – añado ignorándola.
-¡Para! – exclama, y comienza a reír – Por favor, dime tu nombre.
-Mi nombre… ¿De qué estás hablando?
-Dímelo. – contesta con algo de súplica reflejada en sus ojos.
Suspiro, frustrado.
-Josh.
-Está bien Josh. Tengo que decirte algo. Yo no soy…
-¿QUÉ?
Ana se da la vuelta rápidamente y yo alzo la mirada para observar lo que hay al otro lado de la puerta, en busca del origen de la voz. En el otro extremo de la entrada está…
-¿Ana?
Bajo la mirada y vuelvo a levantarla. Hay dos Ana. No dejo de dirigir mi mirada hacia arriba y hacia abajo, como un balancín. Con cada segundo, todo se vuelve más confuso aún. Entonces, la Ana que está más cerca de mí, dice:

-Josh, soy Claudia, la hermana gemela de Ana. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Capítulo 38 - Ana

Sé quién tiene que dar el paso, y soy yo. Así que recorto la distancia que nos separa y lo beso. Le agradezco que me entienda y que sepa que no he pasado por mi mejor momento, ya que impide que el beso se llene de pasión. Sólo es un beso lleno de ternura, justo lo que necesito ahora mismo.
Cuando nos separamos, lo abrazo con fuerza y pego mi cabeza a su pecho, como solía hacer antes, y me lleno del sonido de los latidos de su corazón. Sólo nos separamos para sentarnos. Después me tumbo en el sofá, apoyando la cabeza en sus piernas mientras él me acaricia el pelo.
-No sabes cuánto deseaba que llegara este momento. - susurra.
-Siento haberlo retrasado - contesto cerrando los ojos y sonriendo.
Me siento aliviada porque es eso lo que he estado haciendo: retrasar lo que sabía que ocurriría en cualquier momento. Lo único que he hecho durante todo este tiempo ha sido dañarnos a ambos. Y, aunque aún hay cosas que me impiden estar del todo feliz conmigo misma, decido aprovechar al máximo estos minutos de paz.
-Estás perdonada - responde, y me da un beso en la frente.
-Podríais quedaros Estefi y tú a dormir aquí.
-¿Y crees que le gustará la idea? - Pregunta divertido.
-Por supuesto que no - respondemos Estefi y yo al mismo tiempo mientras ella entra en el salón - Pero, ¿qué remedio tengo?
Así que eso hacemos. Esa noche de principios de julio dormimos juntos en el salón: Estefi y yo, cada una en uno de los sofás; y Adrián lleva un colchón al lado de mi sofá. No soltamos nuestras manos en toda la noche.
Cuando despierto, ambos siguen durmiendo, así que suelto la mano de Adrián con cuidado y voy a la cocina a preparar el desayuno. Está bastante bien ver lo animadas que se han vuelto las cosas durante estos meses, en los que el estrés de los estudios no han dejado de hacer acto de presencia. En unos meses todos nos separaremos para estudiar en diferentes universidades, excepto Juan y yo, cuyo destino parece ir ligado.
Cuando terminamos de desayunar, limpiamos la cocina y Adrián y Estefi se marchan a cambiarse de ropa.
-Dale un besazo a Isa de mi parte - le grito a Estefi desde la cocina antes de que se vaya.
-No sé cómo puedes quererla tanto, es el diablo personificado.
-Tú al menos tienes un diablo en casa.
-Se lo daré.
-¿Y para mí no hay beso? - Pregunta una voz detrás de mí al mismo tiempo que unas manos me cogen de la cintura y me hacen girar.
-Por supuesto que sí - contesto sonriente.
Adrián me levanta del suelo y me besa. Inspiro con fuerza, llenando mis pulmones de su aroma, que no ha cambiado en este último año.
-Nos vemos más tarde, ¿no?
-Por supuesto.
Ambos se marchan y me quedo sola. Decido limpiar un poco y así trascurre la mañana, hasta que suena el timbre. Corro a abrir la puerta, esperando encontrarme con Adrián. Pero no es él. Es alguien a quien no veo desde hace mucho pero al mismo tiempo veo todos los días.
-¡¿Qué haces tú aquí?!

Capítulo 37 - Josh

-Buenos días - me despierta Vanessa con voz cantarina y dándome un sonoro beso.
Así que se tumba sobre mí y nos fundimos en un mar de besos y caricias que parece no tener fin... Hasta que suena el timbre.
Vanessa emite un gruñido de fastidio y se levanta para ir a abrir.
-Podrías ponerte algo más de ropa - digo mientras avanza decidida por el pasillo. Sólo lleva mi camiseta del día anterior que, aunque le está algo larga, no impide que se le vea medio muslo.
Me pongo en pie y voy al salón, donde está el portátil de Vanessa. Me acerco y me tumbo en el sofá, pero no sin antes ver que está metida en Twitter. ¡Twitter! Pero si llevo meses sin entrar. Justo en ese momento aparece Vanessa por la puerta.
-Vanessa, ¿puedo mirar una cosa en Internet?
-Por supuesto.
Introduzco rápidamente mis datos en Twitter mientras ella prepara el desayuno. Como siempre, tengo cientos de comentarios y nuevos agregados, pero sólo me centro en los mensajes directos. Y se me cae el alma a los pies. Tengo docenas de mensajes de Álex, el español. Los leo uno por uno. No llamé a Ana, Ana está destrozada, aunque no quiere saber nada de mí, Álex sigue intentando establecer contacto conmigo... Así que hago lo que debría haber hecho hace tiempo: mirar las fotos que se publicaron hace medio año. Me sorprendo de inmediato, no sólo aparece Ana, sino que también Vanessa.
"Se especula que el actor Josh Hutcherson, quien fue visto hace pocos días en España en compañía de una adolescente que responde al nombre de Ana, podría haber retomado su relación con la cantante y actriz Vanessa Hudgens, con quien compartió rodaje en la segunda parte de Viaje al centro de la Tierra: Viaje a la Isla Misteriosa. [...] ¿Quién es la joven española por la cual se sospecha que Josh viajó el pasado mes de noviembre a España? ¿Mantienen algún tipo de relación? ¿Ha vuelto con Vanessa? "
Y en cuanto termino de leer las eternas preguntas que se hacen los periodistas y los lectores, para las cuales ni siquiera yo tengo respuesta, me doy cuenta de que tengo que llamarla.
Así que cojo el teléfono y busco desesperadamente su número de teléfono.
-¿A quién llamas? - Pregunta Vanessa sentándose a mi lado
-A Ana.
-¿A quién?
Parece escandalizada, así que dejo de mirar la pantalla del teléfono y me giro para enfrentarme a ella.
-A Ana - repito.
-¿La estúpida chica española?
-No la llames estúpida, Vanessa. No la conoces.
-Es solo una cría infantil que jugaba a conocer a su actor favorito. Es como todas. Una obsesionada con convertirse en famosa a cualquier precio...
-No voy a dejar que la insultes, Vanessa - la corto, volviendo a centrar mi atención en el móvil.
-No la llames, Josh. No quiero que la llames.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Dejarme? - Grito, poniéndome en pie.
Su rostro vacila dos segundos, haciendo que la máscaras dr seguridad que Vanessa sienpre muestra corra el peligro de desaparecer. Por un segundo la veo indecisa, pero en seguida recupera la compostura y se convierte en la persona fría y calculadora.
-Sí - responde con seriedad.
-Pues no es necesario que lo hagas. Te dejo yo - esto la sorprende y abre mucho los ojos - Estoy cansado de que tú puedas hacer lo que quieras, salir todas las noches a tú sabrás donde mientras que yo no puedo hacer una maldita llamada. Así que en cuento cuelgue el teléfono, recogeré mis cosas y espero no volver a encontrarte llamándome o buscándome. ¿Me oyes?
Marco el teléfono y espero hasta que una voz robótica habla al otro lado.
El número no existe.
-Se ha cambiado el número - susurro.
Vanessa se ríe a mi lado. No dudo dos segundos y empiezo a caminar por el apartamento en busca de mis cosas. Cuando abro la puerta para marcharme, la voz burlona de Vanessa me vuelve a detener.
-¿Qué vas a hacer? ¿Viajar a España? - empieza a reírse de nuevo, pero yo me limito a mirarla totalmente serio y desafiante.
-Sí, es justo lo que voy a hacer.

Capítulo 36 - Ana

Verano.
Me acurruco en el sofá, intentando ocupar el menor espacio posible, y cierro los ojos para descansar. Unos minutos más tarde, oigo el sonido que hacen las llaves al girar en la cerradura de la puerta. No son mis padres, quienes llevan dos semanas en París, así que sólo puede ser la otra persona que tiene una copia de las llaves: Estefi.
-¡Ana! - Llama desde la puerta.
Oigo varios pares de pies avanzar hasta el salón. Permanezco con los ojos cerrados.
-¡Ah! Estás aquí. Ha venido Adrián.
Emito un gruñido que espero que interprete como un 'déjame', pero consigue el efecto contrario. Se acerca a mí y empieza a sacudirme el hombro.
-¿Te lo has terminado?
Abro un poco los ojos, lo suficiente para ver que en una mano sostiene el marca páginas que dejé sobre el libro que tiene en la otra mano. Veo el pájaro azul rodeado por un aro del mismo color y con las alas abiertas. Cierro los ojos de nuevo y asiento.
-Entonces es normal que estés así de deprimida. ¡Arriba!
Me da con un cojín en la cabeza y, a regañadientes, obedezco.
Adrián se sienta a mi lado mientras que Estefi se pierde por el pasillo.
-¿Estás bien?
Me giro para poder ver mejor sus ojos. Esos ojos que siempre me han enamorado. Adrián, el chico que se ha convertido en mi confidente, en las pocas personas que me comprende y que ha tratado mis problemas de un modo objetivo dejando atrás sus sentimientos y lo ocurrido a lo largo de estos dos últimos dos años. Mi amigo.
Apoyo mi cabeza en su hombro buscando a alguien que me apoye. Veo como sus manos se retuercen, estirando sus dedos. Cierro los ojos y, a ciegas, deslizo mi mano por su antebrazo, trazando el recorrido de sus venas y arterias, hasta llegar a la muñeca. Entonces estiro los dedos y los entrelazo con los suyos.
Sigo con los ojos cerrados y, aunque los abriera, no querría ver la expresión de su cara. No sé cómo se tomará esto, así que espero a que me suelte, pero en lugar de eso, aprieta más su mano contra la mía y apoya su cabeza sobre la mía.
Es como si viajara en el tiempo, un año atrás. Por primera vez desde hace mucho, me siento cómoda y parece que desaparecen todas mis preocupaciones.
No sé cuánto tiempo pasa, pero cuando vuelvo a abrir los ojos, la respiración monótona y acompasada de Adrián me indica que también está durmiendo. Estefi está sentada en el sofá de al lado, pulsando teclas del móvil; supongo que hablando con Juan, que ha ido de viaje a Barcelona.
-Estefi - susurro, intentando no despertar a Adrián.
Estefi se gira para observarme y me sonríe.
-Buenos días, dormilona.
Sonrío. Oír hablar en voz baja a Estefi es algo que no sucede todos los días.
-¿Cuánto llevo dormida?
-Hace dos horas que llegamos. Deberíamos irnos y dejarte dormir.
Apenas muevo la cabeza para negar la oferta, pero es suficiente para que Adrián se despierte. Se aparta un poco para bostezar y entonces se queda mirando fijamente nuestras manos entrelazadas.
-Voy al servicio - dice Estefi poniéndose de pie.
-Así que no es un sueño. - Dice Adrián una vez que Estefi ha salido.
-¿Un sueño? - Pregunto.
-Sí. Uno como otro cualquiera. Pero esta vez es de verdad.
-¿Has... soñado...
-...contigo? - Comienza a reír, una de esas risas nerviosas que tanto me enfadarían en otra situación - Todas las noches -añade- Y entonces tu cara queda grabada en mi cabeza el resto del día. Así es imposible olvidarte. Aunque... Ya ni si quiera sé si quiero olvidarte.
Le suelto la mano y me levanto rápidamente del sofá.
-Lo siento, Adrián. Ahora somos amigos, justo lo que tú querías que no fuéramos. Y ha pasado mucho tiempo, y estoy muy confusa, y... Y debería haber dado ya el paso pero...
-¿No lo has dado aún? - me pregunta sonriente.
Entonces bajo la mirada, su mano está enganchada en una de las tiras de pantalón. Bajo también la mano y vuelvo a enlazar sus dedos con los míos. Sí, este es el paso.
-Te quiero, Ana.
"Jamás podrás enamorarte si no sabes perdonar" las palabras de Estefi no dejan de resonar en mi cabeza, porque tienen demasiada razón.
-Y yo a ti.
-No - dice negando con la cabeza - Dilo.
Está tan cerca de mí que muestras respiraciones se acompasan, nuestros alientos se mezclan.
-Te quiero, Adrián.

Capítulo 35 - Ana

Cojo el equipo de música y meto el CD. En seguida comienza a sonar Smile de Avril Lavigne.
-¡Juan y Adrián! - Grito desde la cocina. - ¿Pensáis dejarme que lo haga yo todo?
-¡Ya vamos!
Al final tengo que ir a separarlos de los mandos de la PlayStation.
-Jamás volveré a dejar que os traigáis otro juego.
Después de despertarme, ellos fueron a su casa a cambiarse de ropa. Como no se fían de mí, han decidido venir a comer aquí.
Empezamos a cocinar cuando suena el timbre. Al otro lado de la puerta está Estefi. La abrazo con ganas y la conduzco a la cocina. Cuando ve a Juan se besan apasionadamente. Mi mirada se dirige instintivamente a Adrián, quien también está mirándome, y ambos bajamos la mirada avergonzados. Así que nos ponemos a cocinar y, una hora después, estamos comiendo. No sé cómo lo hacen, pero al final Adrián y yo acabamos sentados juntos, enfrente de Juan y Estefi.
Hablamos de la fiesta de ayer, y sé que intentan mantener el tema de mi embriaguez aparte, pero no lo conseguimos. ¿Cómo si no vamos a explicarle a Estefi por qué se han quedado Juan y Adrián a dormir aquí?
-¿Bebiste? - Estefi abre muchísimo los ojos - ¿Por qué? ¡Dime que no fue por el temita de Josh!
-¡Estefi! ¡Por supuesto que no!
-Vamos a dejar el tema... - Dice Adrián con aire cansado.
-No se por qué te pones así. Estoy perfectamente.
-¿Que por qué?
-Chicas...
-No sé. Tal vez porque... ¿me preocupo por ti?
-Estefi...
-¡Pues deja de preocuparte! Ya soy grandecita.
-¿Ah, sí? Pues tu actitud demuestra todo lo contrario.
-Solo fue una vez.
-Y quién sabe si no empezarás a beber cada vez que te sientas mal.
-No lo haré.
-Sí, claro.
-¡Que no lo haré!
-¡PARAD YA!
Estefi y yo hemos acabado de pie, gritándonos. Ahora Adrián tiene una mano sobre mi hombro, sujetándome con fuerza.
-Adrián... - susurra Estefi.
-Déjala. Por favor.
-Sabes que tengo razón.
-Lo que menos necesita ahora es pelearse contigo - interviene Juan.
-¿De qué habláis? - Pregunto. - Si me creéis débil o algo así porque mi lista de llamadas esté algo vacía últimamente, os equivocáis.
-No es eso. - Juan saca el móvil de su bolsillo y me lo entrega - Sabemos la razón por la que Josh no te llama.
Miro la pantalla del móvil. Es un reportaje de una revista de hace una semana. El protagonista del artículo es Josh, pero salen dos chica. Una soy yo, aparecen fotos de cuando estuvo en España. Debajo hay un artículo en el que se rumorea que estuvimos saliendo, pero que podríamos haber roto ya que se ha visto a otra persona con Josh últimamente. No me hace falta leer el nombre, sé quién es. La chica de las otras fotos es...
-Vanessa Hudgen.

Capítulo 34 - Josh

-¡Feliz Año Nuevo! - Me saluda Vanessa abriendo la puerta y dándome un sonoro beso en los labios. Uno de los besos que me deja con ganas de un segundo más profundo - ¿Qué tal con tu familia?
Entro en la casa y me siento en el sofá.
-Bien. Mi hermano ha estado comentando cada dos por tres cosas de mi vida privada delante de mis padres. Ha sido divertido.
-Vaya, vaya - Vanessa se acerca y se sienta en mis piernas - ¿Y ha aparecido mi nombre por algún casual?
-Sí.
Vanessa ría, pero yo solo pienso en el tono de enfado de mi hermano y las miradas de mi madre.
-Bueno, es Año Nuevo. ¿Vamos a algún lado a celebrarlo?
-Estoy cansado, voy a ir a mi apartamento a descansar.
-¿Eso es una invitación? - Sonríe píaramente.
-En realidad no. Aunque si quieres... - Me inclino hacia ella y junto nuestros labios. Vanessa envuelve mi cuello entre sus brazos y se pega más a mí.
-También podemos celebrarlo aquí - susurra - Y, si nos queda tiempo, descansas un poco.
-Conociéndote, no tendríamos tiempo de descanso.
Ella ríe sonoramente. Se levanta y tira de mi brazo para que la siga.
-No Vanessa. Estoy cansado.
-Está bien - suelta mi brazo algo fastidiada - Pero, ¿seguro que no quieres descansar aquí?
-No. Además, tengo que deshacer las maletas.
-Vale. Lo siento, es que te he echado mucho de menos. - Se acerca y me abraza, apoyando la cabeza en mi pecho.
-Y yo también. Vendré luego. - Me inclino un poco para darle un beso en el pelo y después me marcho.

Capítulo 33 - Ana

La fiesta resulta agobiante. Hay decenas de personas bailando en cada rincón, gritando y bebiendo. Me siento en la barra improvisada que han hecho y pido algo para beber. No acostumbro a tomar alcohol, pero hoy me siento tan abrumada que quiero despejarme un poco. Por supuesto, siempre hay alguien decidido a no dejarme tranquila.
-¿Qué bebes?
El vaso parece volar de mi mano. Comienzo a estar un poco mareada, pero sé que Álex ya está tirando de mí para que me ponga en pie. Me lleva a la pista de baile y empieza a hacerme girar.
-Para, vas a hacer que expulse hasta su primera papilla.
Ahora el de la voz es Adrián. No lo he visto desde hace semanas. No sé cómo sentirme al oír su voz, y estar ebria no ayuda. Siento unas manos familiares agarrarme por los hombros y guiarme hacia una puerta. Es la zona de descanso, por decirlo de alguna manera.
-¿Se puede saber por qué bebes ahora? - me pregunta Adrián sentándome en un sofá rojo.
De repente me siento terriblemente cansada, así que dejo caer la cabeza a un lado... sobre el hombro de Adrián.
-Genial, estás peor de lo que imaginaba – comenta con ironía.
-Déjame. Estoy cansada.
A penas soy consciente de lo que sigo hasta que las palabras ya han salido de mi boca.
-Pobre – dice, colocándome un mechón de pelo detrás de la oreja. - No te sienta bien, ¿eh? ¿Por qué estabas bebiendo?
-Echo de menos a Estefi.
Atraído por el nombre, Juan aparece de golpe a nuestro lado.
-¿Qué te pasa?
Aunque tengo los ojos cerrados puedo ver la cara de confusión que debe tener.
-Adivina.
-¿En serio? Pensaba que sólo tendría que ser el niñero tuyo, Adrián; siempre y cuando tú fueses el mío. ¿Cuándo ha entrado Ana en nuestra relación?
No sé de qué hablan, aunque tampoco me molesto en preguntar. Lo que más me preocupa ahora es que soy incapaz de permanecer con los ojos abiertos tres segundos.
Adrián, quien ha empezado a reírse, acaricia el brazo con la punta de los dedos.
-Deberíamos llevarla a su casa.
-Estás de broma, ¿verdad? ¿Para que la vean así?
Las conversaciones se mezclan y dejo de prestar atención a quién dice cada frase. Estoy a punto de dormirme, lo sé.
-No están.
-¿Qué? Pero si es Noche Vieja.
-Están con Claudia.
Sé que ambos me están mirando. ¿Lo he dicho? Sí, acabo de nombrarla.
-¿Quién es Claudia? – pregunta Adrián.
-Llevémosla a su casa.
No soy consciente del trayecto de vuelta a mi casa. Sólo sé que piden un taxi y me siento en la parte de atrás con Juan. No llego a quedarme dormida, pero tienen que sacarme en volandas y llevarme hasta mi piso.

Las primeras arcadas llegan con el amanecer. Salgo de la cama y corro hacia el cuarto de baño para expulsarlo todo. Llevo puesto unos pantalones de correr y una sudadera. Recuerdo brevemente cuando me los puse anoche. Unos minutos más tarde, salgo del cuarto de baño y regreso a mi habitación. Pero no estoy sola.
-¿Qué haces aquí?
-Dormimos en el sofá anoche. Te he escuchado levantarte. ¿Estás bien?
-Algo mareada y me duele la cabeza. ¿No volvisteis a la fiesta? - Juan niega con la cabeza. - ¿Y Adrián?
-Durmiendo en el salón.
Me siento a su lado, en la cama, y observo sus manos. Dedos largos y finos, pero también fuertes.
-Aún me siento eufórica por el alcohol. Siento que soy capaz de decir cualquier cosa, sin miedo a nada.
-Entonces habla.
-Creo que comenzaba a sentir algo por ti cuando te marchaste a Barcelona.
Lo miro, pero no parece sorprendido. Esboza una tímida sonrisa y baja la mirada.
-Lo sabía.
-¿Qué? – pregunto aterrada.
-Tu madre llamaba todas las semanas para preguntarme. Sabía que ella no llamaría por gusto, que alguien se lo estaba pidiendo. Y ese alguien eras tú. ¿Por qué? Al principio pensé que era porque te lo pedía Estefi, pero por lo que me contaban Adrián y el resto sabía que no era así. Además, Estefi jamás te hubiera pedido que le pidieras nada a tu madre.
-¿Por qué?
-Todo el mundo sabe que no tenéis una relación muy buena.
-Es mi madre – me limito a decir.
-Sí, pero…
-Entonces, ¿lo sabías?
-Sabía que tu madre me llamaba porque tú se lo pedías. Después sólo tuve que unir cabos sueltos.
-Lo siento – digo, aunque no sé por qué me disculpo.
-Sólo quiero saber una cosa – se gira para mirarme a los ojos. Tiene unos ojos marrones claros precioso – Ya no es así, ¿verdad? Ya no sientes nada que no sea amistad.
-Sólo eres un amigo.
Y es cierto. Al decirlo me doy cuenta de que es verdad, de que sólo es mi mejor amigo. Me acerco a él y lo abrazo. Después, empiezo a reírme.
-No se lo digas a Estefi. No volvería a confiar en mí nunca.
-Tranquila – dice, devolviéndome la sonrisa – Jamás se lo diré.



sábado, 14 de septiembre de 2013

Capítulo 32 - Ana

A menudo, una persona toma decisiones esperando que en un futuro le sean recompensadas. O al menos, que le quiten los problemas del presente. ¿Y si no ocurre ninguna de esas dos cosas y, además, pierde a una de las persona que más le importan?
Tres semanas, ya han pasado tres semanas de aquella llamada. Un “hasta ahora” fue lo último que lo oí decir. ¿Y ahora? Dos semanas sin oír su voz, sin saber nada de él porque yo quise romper todo tipo de contacto entre nosotros.
“Pase lo que pase, nunca dejes de hablarme”.
“Te lo prometo”.
Ya rompí mi promesa una vez, y ahora vuelvo a romperla.
Josh, ¿dónde estás? ¿Qué estás haciendo? ¿Trabajando? ¿En alguna entrevista? No, no sale nada de eso en Internet. ¿Sigues acordándote de mí como la amiga adolescente por la que viajaste a España?
-¡¿Acaso algo de todo eso era verdad?!
-Vuelves a hablar sola.
Parpadeo un par de veces. Estoy en mi habitación, con Estefi detrás de mí, haciéndome un precioso recogido.
-¡Para! – le ordeno – No voy a ir.
-Sí vas a ir. Tienes que controlar que Juan no se acerque a ninguna bruja que haya en la fiesta.
-No estoy de humor, Estefi.
-¿Por qué? Ah, vale. – hace una pausa y después añade, gritando e intentando imitar mi voz: - ¡¿Acaso algo de todo eso era verdad?! Es por él, ¿no?
-Sí, es por él.
-Álex ha intentado hablar con él por Twitter.
-¿Qué Álex ha hecho qué? – digo girando la cabeza, o intentándolo; ya que Estefi me agarra con fuerza la barbilla para que permanezca inmóvil.
-Tranquila, no hay rastro de él. Nada.
-Genial – comento con sarcasmo, en el fondo esperaba que Álex hubiese descubierto algo.
-Escucha. Es Noche Vieja. Voy a terminarte este precioso recogido, nos vamos a despedir, vas a comer algo, vas a ver la tele sentada. ¡Nada de tumbarte o de leer! Después, te vas a poner el precioso vestido que nos compramos…
-El día que me llamó. – ignoro el escozor que empieza a hacer acto de presencia en mis ojos.
-…y vas a ir a la estúpida fiesta. Te lo vas a pasar muy bien, ¿vale? Por mí.
La miro a través del espejo. ¿Por qué siempre tiene que irse al pueblo de al lado? Si supiera cuanto la necesito hoy a mi lado…
-Vale.
Estas dos últimas semanas han sido un caos. Al día siguiente no me llamó, pero apenas me importó. Ya había ocurrido eso antes. Pero los días siguieron pasando y yo no sabía nada. Al principio, fue peor. No podía dormir, apenas tenía hambre... Fue como cuando Juan volvió. Después empecé a estar mejor, poco a poco, con la ayuda de Estefi, Juan y Álex, quienes habían resuelto sus diferencias. Álex había empezado a tontear con otra chica, algo de lo que me alegraba muchísimo. Sólo en ocasiones, empezaba a gritar como una loca y a romper cosas. Los recuerdos acudían a mi cabeza sin invitación y, en lugar de llorar, me enfadaba. Con Josh por no hablarme, conmigo misma por haberme creado una ilusión después de las advertencias de Estefi. ¿Cómo podía haber sido tan tonta?
Y luego estaba Adrián. Un nombre que salía en cada conversación que mantenía con Juan y Estefi. Álex prefería no comentar. Ahora eran amigos, pero sabía que no era al cien por cien de su agrado. Adrián había intentado mantenerse al margen, esperando aún un paso que yo no sabía si quería dar. Pero por lo que me contaban mis amigos, sabía que Adrián estaba pendiente de todo lo que me pasase a mí y de todo lo que rodease a Josh. Y lo peor es que lo ha estado haciendo para ayudarme, aunque sin conseguir nada.
-¿Estás aquí?
-¿Qué? - pegunto distraída – Ah sí. Estaba pensando.
-En Josh.
-No. En realidad estaba pensando en Adrián.
Los dedos de Estefi se interrumpen durante una fracción de segundo, casi imperceptible, aunque no para mí.
-¿En Adrián?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque hace mucho que no lo veo.
-Supongo que lo verás esta noche en la fiesta.
-¿En la fiesta?
-Sí. Tú no lo sabes porque llevas dos semanas sin salir, pero últimamente sale con nosotros. Irá.

No sé si sentirme aliviada o con menos ganas aún de ir a la fiesta. Opto por lo primero. Esta noche no pasará nada a no ser que yo quiera, y yo no quiero. ¿O sí?

martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 31 - Josh

-¿Vanessa?
-Hola Josh.
-¿Qué haces aquí?
-¿Vas a algún lado? – baja la mirada y mira la chaqueta que aún no he terminado de ponerme - ¿Puedo acompañarte?
-No. ¿Qué quieres?
-Quiero hablar.
-Habla.
Me apoyo en el marco de la puerta y la miro con atención. Hace poco más de un año que decidió dejarme y marcharse. ¿La razón? No la hay.
-¿Puedo pasar? – me pregunta. Como respuesta, coloco el brazo de tal forma que impida que nadie entre en mi apartamento - ¿Sabes? Es mejor que me vaya.
Se da la vuelta y camina hacia el ascensor. Es entonces cuando me fijo en su figura, en su pelo... y no puedo evitar recordar todos esos momentos que hemos compartido juntos.
Las puertas del ascensor se abren y, antes de volver a cerrarse, estoy dentro de él con Vanessa.
-Voy al restaurante de abajo a cenar. ¿Quieres acompañarme?
Esboza una sonrisa perfecta y asiente.
-Me encantaría.
Así que eso hacemos. Caminamos en silencio por la calle y llegamos al restaurante. Nos sentamos en una mesa que hay algo apartada del resto, para tener algo de intimidad y que no nos reconozca la gente. Seguimos en silencio hasta que me canso de esperar y decido preguntarle sobre qué quería hablar.
-Me han dicho que has estado en España, ¿no?
-Genial- comento con sarcasmo - ¿Es eso? ¿El mismo tema de siempre? Porque ya estoy harto de que me pregunten por lo mismo. Sí, he estado en España. ¿Ocurre algo?
-No, sólo que los rumores...
-Escucha Vanessa – digo cortante – Eres famosa, como yo. Sabes que todo el mundo está pendiente de los rumores y la mayoría son falsos.
-No cuando vienen acompañados de fotos.
-¿De qué?
Entonces rebusca en su bolso y saca su teléfono móvil. Un momento después me lo pasa y miro lo que hay en la pantalla. Son fotos mías con Ana en el parque de atracciones y paseando por la ciudad.
Alarga el brazo para volver a coger su móvil pero lo alejo de sus manos.
-¿De dónde has sacado esto? - pregunto.
-Las ha colgado una revista en su página de Internet, supongo que saldrán la semana que viene.
Saco mi móvil dispuesto a llamar a Ana y avisarla de lo que nos va a caer encima, en especial ahora.
-¿Vas a llamarla a ella?
-Sí.
-¿Por qué?
Me detengo y la miro a los ojos.
-¿Que por qué? Porque es una chica que está alejada de todo esto. No está acostumbrada a que la gente la mire con odio ni a que salgan fotografías de ella en una revista.
-Es sólo una fan de diecisiete años, ¿no?
-Estás muy informada sobre tema por lo que parece – comento con ironía mientras vuelvo a pulsar números en mi móvil.
-No la llames.
No le habría hecho caso si no fuera por el tono de súplica que utiliza. Dejo el móvil a un lado sobre la mesa, y me enfrento de nuevo a sus ojos oscuros.
-¿Cómo sabes que tiene diecisiete años?
-Me he informado Soy un poco cotilla en ese aspecto – responde sonriente.
-No me hace ninguna gracia.
-Creo que deberías dejarla en paz. Es sólo una cría que ha jugado con fuego. Mira cómo ha acabado, y eso que aún no ha llegado lo peor.
-No tienes ni idea de cómo es. - digo bajando la voz hasta un punto que resulta amenazante.
-Te lo estoy diciendo por su bien, Josh. Además, ¿qué es lo que os traéis? ¿Es sólo amistad?
-No te importa, Vanessa.
-Si tú lo dices.
En ese momento llega el camarero con la comida que hemos pedido, aunque a mí se me ha ido el apetito por completo. Comienzo a picotear en mi plato sin ganas mientras Vanessa se come su ensalada tan tranquila.
-Creo que debería irme – digo, levantándome de la mesa – No vemos en otra ocasión.
Salgo del restaurante no sin antes haber pagado la cuenta y camino deprisa hacia mi apartamento. Cuando llego me pongo unos pantalones de dormir y la primera camiseta que encuentro. Después me tumbo en el sofá y paso los canales del televisor, intentando distraerme con cualquier cosa. Tengo que llamar a Ana antes de que salgan las fotografías, aunque ¿de qué serviría eso? Dudo que pueda hacer algo para evitar que las publiquen. ¿Y por qué me ha advertido Vanessa? He estado bastante borde, pero es normal teniendo en cuenta lo que me hizo hace unos meses. Ni siquiera sé por qué he ido a cenar con ella, debería haber cerrado la puerta sin más. ¿Sigo sintiendo algo por ella? No. No. No lo sé.
El timbre vuelve a sonar y me levanto corriendo para abrir la puerta. Al otro lado está de nuevo Vanessa. Se hace un silencio muy incómodo entre ambos y sé que esta vez me toca romperlo a mí.
-Siento haber sido tan insoportable esta noche. Siento mucho cariño por esa chica y no quiero que lo pase mal.
-No te disculpes – dice, haciendo un gesto con la mano – No debería de haber sacado el tema. Ya no debería importarme tu vida privada.

Cuando se acerca y me besa, una parte de mí no deja de gritarme que la suelte, que no le permita volver a hacerme daño. Pero estoy tan cansado de luchar contra esa parte de mi cabeza, que me dejo llevar como hace tanto tiempo que no hago.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Capítulo 30 - Josh

-¿Dónde estás?
-En casa.
-¿De tus padres?
-No, Sam. He decidido pasar una temporada en Los ángeles antes de que se reanuden las grabaciones. Quiero estar descansado para los últimos detalles.
-Así que estás sólo en tu casa de Los Ángeles. ¿Me equivoco?
-No – respondo temeroso.
-¿Y cuándo piensas celebrar una fiesta? Yo sería el invitado de honor.
-Adiós, Sam. Ya va siendo de llamar a Ana.
No le doy tiempo a burlarse de mí, como hace siempre. Nada más colgar el teléfono y comprobar que en España deben de ser las doce, marco el número. Por suerte es Navidad así que Ana no estará en el colegio. Han pasado casi dos meses desde mi viaje a España. Hablamos todos los días y, esta vez, por teléfono; con lo que es más fácil saber cómo se encuentra por su tono de voz. Aunque nuestra relación a mejorado mucho, sigo sintiendo esa sensación extraña que me alerta de que me estoy equivocando y que no siempre consigo ignorar.
-¡Hola, Daniel! - exclama una voz al otro lado del teléfono.
Daniel. Así es como me llama cuando está rodeada de personas capaces de arrancarle el móvil de las manos si supieran que está hablando conmigo. Esas personas que no han dejado de agobiarla desde que alguien habló con una revista para decir que yo había ido a España por ella. Desde luego, las revistas dudaron, pero finalmente la información parecía tan cierta que hicieron la publicación y acertaron... a medias.
-Hola. ¿Qué tal acabó el día?
Mientras hablo camino hacia la cocina y comienzo a preparar la cena. Me he dado cuenta de que soy incapaz de estar inmóvil cuando hablo con Ana.
-¿Recuerdas que te dije una cena con mi familia? Pues mi prima, dos años menos, me encerró en el baño. Me encontraron mis abuelos cuando ya se había ido casi todo el mundo. El cuarto de baño está en el rincón más recóndito de la casa. Fue lo único entretenido que pasó. ¡Ay!
-¡Hola Daniel!
Me alejo el móvil todo lo que puedo del oído, pero ya es tarde. Los gritos me han dejado sordo.
-Por favor Estefi, mi tímpano. - Estefi se ríe al otro lado de la línea. - ¿Estáis juntas?
-Si, estamos comprando los vestidos para Noche Vieja. ¿Te describo el que se está probando ahora mismo?
-Por favor – suplico, entrando en el juego. Al otro lado oigo ruidos y no puedo evitar reírme imaginándome a Ana corriendo detrás de Estefi por la tienda.
-Desde luego le falta tela al vestido, tanto por arriba como por abajo. Es naranja claro, como no tenía que ser naranja atardecer – las dos últimas palabras las pronuncia con un tono burlón.
Ana debe estar completamente roja.
-¡Te tengo!
-¡Suelta!
-¡Soy otras vez yo! - grita Ana, excesivamente alto.
-¡Parte de arriba ajustada y falda de vuelo!
-¡Estefi callate! Y tú no te rías, Daniel.
Intento dejar de reír, pero tardo varios minutos en conseguirlo.
-Me estaba describiendo con detalle el vestido.
-¿En serio? Se ha ido a lo más provocativo. Ni siquiera te ha dicho si tenía estampado.
-¡Es liso! - grita Estefi a su lado.
-¡Que no grites junto a mi oído!
-Ya sabes lo que siento yo cada vez que me la pasas al teléfono. - guardamos silencio un momento hasta que al final se me ocurre algo más que decir – Me encantaría verte con ese vestido.
Esos silencios, por suerte, son cada vez menos abundantes y más cortos en nuestras conversaciones.
-Subiré alguna foto a Twitter.
-Menos mal que me sé tu dirección de memoria. Ahora que has decidido que dejemos de seguirnos...
-Es lo mejor.
-Es lo que tú crees que es lo mejor. Yo no lo creo, señorita.
-Es un... - guarda silencio, intentando encontrar las palabras, hasta que lo consigue – intento desesperado por hacer que la gente se calle.
-Tal vez vaya a ver ese vestido en persona.
-No.
-Sí, Ana.
-No es buena idea.
-¿Ahora no puedo ir a España a celebrar Noche Vieja?
-No. Al menos no aquí.
-¿No quieres verme?
Me arrepiento en cuanto le pregunto. Claro que quiere verme. Pero después de las semanas que vivió tras mi regreso a Estados Unidos está aterrorizada con lo que pueda pasar si vuelven a descubrirnos juntos. Por eso se molesta tanto en romper todas las conexiones públicas que tiene conmigo, como si nunca me hubiera conocido, como si nunca hubiera sabido de mi existencia. Y, a veces, me canso de todo esto.
-Claro que quiero verte, pero no es seguro.
Incluso guarda las fotos de aquel fin de semana donde absolutamente nadie pueda encontrarlas.
-Nunca será seguro a no ser que deje de ser famoso.
Volvemos a guardar silencio y, esta vez es largo, muy largo.
-Llámame mañana. Estefi va a tirar a puerta del probador si sigo aquí encerrada.
-Está bien. Te llamo mañana.
-Hasta entonces.
-Hasta entonces.
Nunca hay un “Adiós”. Cuelgo el teléfono y jugueteo un rato con él en mi mano, girándolo en un sentido y en otro. Ahora mismo debe de estar borrando la llamada. Es otra de sus “soluciones desesperadas”. Ella no tiene mi número, sino que quien tiene que llamar soy yo. Una vez finalizadas nuestras conversaciones, el número desaparece de su lista de llamadas. Incluso se niega a guardarme como “Daniel” por miedo a que alguien mire el número y compruebe que no es español. Como tampoco nos seguimos en Twitter, no puede mandarme mensajes. Así que, ahora mismo, la única vía que tiene para contactar conmigo son mis llamadas.
Algunos días decido no llamarla. No quiero parecer pesado, además a veces tengo la impresión de que intenta evitarme. Pero mis sospechas desaparecen cuando al día siguiente noto su voz de alivio al oír mi voz.
Miro el frigorífico. Lo he abierto mientras hablaba con Ana pero no he sacado nada. Tampoco tengo ganas de cocinar así que me estoy decidiendo por bajar al restaurante que hay justo al lado cuando suena el timbre.
Camino hacia la puerta del apartamento y observo por la mirilla. El rellano está vacío. Me doy la vuelta, mosqueado y camino hacia mi dormitorio a cambiarme de ropa cuando el timbre vuelve a sonar. Suelto todo el aire de mis pulmones para calmarme y me dirijo a la puerta. De nuevo, no hay nadie cuando echo un vistazo por la mirilla.
Comienzo a mosquearme, así que corro hacia mi cuarto y me cambio de ropa. Cojo el abrigo y, justo cuando cojo el pomo de la puerta para abrir, vuelven a llamar.

Esta vez, sí abro la puerta. Al otro lado hay una chica de altura normal, cabello negro y ondulado, con un vestido bastante ajustado. La reconozco, por supuesto que la reconozco. ¿Cómo no iba a reconocer a la última persona que me rompió el corazón?

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 29 - Ana

-Gracias.
-¿Por qué?
-Por haberme hecho sentir joven. Me lo he pasado muy bien.
Bajo la mirada y sonrío, sin saber qué decir. Entonces Josh me agarra la barbilla y me obliga a levantar la cabeza. Se inclina hacia mí y me besa. Mi respiración se agita y noto como se me embota el cerebro. Me cuesta respirar y siento miles de descargas eléctricas por todo el cuerpo. Cuando se separa, llega el vacío a mi estómago.
Intenta alejarse pero me acerco más a él y lo abrazo. Envuelvo su cintura entre mis brazos y apoyo la cabeza en su hombro.
-¿Cuándo volveré a verte?
-Pronto. - se separa un poco de mí para mirarme a los ojos y añade: - Te lo prometo.
Y esto cierra nuestra despedida. No hay un “Adiós”, no hay un “Hasta luego”. Sólo un “Te lo prometo”. Lo observo caminar hacia las puertas que lo conducen hasta el avión que despega a las cinco de la tarde. Miro el reloj de mi muñeca, son las cuatro y media. Josh no se da la vuelta para levantar la mano y despedirse, y se lo agradezco. No quiero que vea como las primeras lágrimas amenazan con salir de mis ojos.
Me siento en uno de los asientos que hay junto a los enormes cristales que dan a la pista de aterrizaje. Intento memorizar hasta el último segundo que ha pasado con él este fin de semana. Nuestro encuentro, la fiesta de disfraces, el cine, la huida, el parque de atracciones, la planificación de la película del parque... Y hoy. He faltado a clases para estar toda la mañana con él y mostrarle cosas de la ciudad. Han sido los mejores tres días de mi vida, y todo gracias a él. La media hora de espera se convierten en cinco minutos para mí. Entonces veo como el avión se separa del anclaje y se aleja del edificio, cogiendo velocidad, hasta que levanta las ruedas del suelo y se pierde poco a poco entre las nubes.
“Te lo prometo”
Lo último que me ha dicho resuena una y otra vez mientras camino hacia la salida.

-¿Qué tal la despedida con Daniel? - pregunta Estefi saltando sobre uno de los pupitres para llegar hasta mi mesa.
Al verla, Álex se levanta para marcharse, pero Juan es más rápido y lo agarra con fuerza por el hombro.
-Mi brazo mal, mi brazo mal – no deja de repetir Álex a toda velocidad.
Juan no lo suelta hasta que se sienta. Lo observo con atención, tiene un círculo azulado alrededor del ojo. Consecuencia de la fiesta de disfraces. Al otro lado de la sala, Miguel está sentado en una silla con dos muletas al lado.
“Daniel” es el nombre que usamos para hablar de Josh. En verdad, Daniel fue el amor platónico de la infancia de Estefi, un chico cinco años mayor que ella que vivía al lado de sus abuelos.
-Nada.
-¿Lloraste? - pregunta rápidamente Estefi.
-¡No! Bueno, al menos mientras él estaba delante.
Estefi chasquea la lengua y se deja caer sobre el pupitre de al lado, fastidiada.
-Lloraste. Él te lo notaría en los ojos antes de irse. Los tíos siempre saben eso.
-Eso no es cier... - comienza Juan.
-Lo saben – lo corto Estefi – Otra cosa es que hagan algo al respecto.
Juan y Álex se lanzan miradas de desacuerdo. La escena me fascina. ¿Los ha unido la pelea?
-Movimiento en la mesa de Miguel – canturrea Estefi, cuando éste se pone de pie y se acerca a nosotros.
-Vaya, vaya. La familia reunida.
-Si yo fuera tú me alejaría de la familia, Miguel – contestó con sarcasmo – Tu amiguito Rafa no está aquí para ayudarte.
-Ni lo necesito. - Miguel se acerca tanto a mí que veo hasta la más pequeña peca que tiene bajo los ojos - ¿O es que tú vas a hacerme algo, Ana? ¿Tal vez va a venir tu amiguito el actor a salvarte?
Levanto la mano cerrada en un puño y la estrello contra su cara. Después le pego una patada a una de las muletas y Miguel pierde el equilibrio y cae al suelo.
-¿De dónde has sacado eso?
-Todo Twitter habla de ello, incluso ha salido ya tu nombre en alguna revista – dice sin dejar de reírse desde el suelo.
Miro a Juan, Estefi y Álex que están boquiabiertos. No sé muy bien el porqué, si por verme pegándole a alguien o por lo que acaba de decir Miguel. El primero en reaccionar es Juan. Saca el móvil de su bolsillo y teclea algo. Me fijo a mi alrededor y me doy cuenta de que casi todas las miradas están clavadas en mí. No puede ser.
Juan me toca el brazo y me pasa su móvil. Miro la pantalla y el corazón se me encoge. Es una página de tantas que hablan sobre Josh:
“Este fin de semana, nuestro Josh parece haber ido de visita a España. ¿Por motivos de trabajo? Ni por asomo. Algunas fuentes nos informan que ha ido para encontrarse con una chica a la que conocido por la red social Twitter. Recientemente alguien cercano a la chica ha confirmado la noticia de un posible romance entre nuestro actor y esta chica de diecisiete años, Ana. Se les ha visto juntos en una fiesta de disfraces, en un cine y paseando por la ciudad. También se sospecha que podrían haber ido juntos a un parque de atracciones donde ella trabaja. ¿Serán estos rumores ciertos? ¿Habrá encontrado Josh alguien en quien apoyarse? Esperemos que esta chica no nuble su mente ahora que hay rumores de problemas que surgieron en las grabaciones de Catching Fire por culpa de aquel que interpreta el papel de Peeta Mellark.”
Mi nombre. Mi nombre circula por la red y creen que soy la causante de los problemas en las grabaciones. Incluso puede que sea cierto. Puede que sea la culpable.
Desciendo y me encuentro con los comentarios. Entonces las lágrimas llegan y tengo que taparme la cara. Me insultan por poder hablar con él, por salir con él. Pero ni siquiera estamos saliendo. Él pasa toda su vida en EEUU y yo en España. Sólo somos amigos, ¿no?
-¿Estás bien? - Álex se acerca a mí con cuidado y me pone una mano sobre el hombro.
Niego con fuerza y termino de secarme las lágrimas. Ahora me inunda la rabia y tengo que descargarme. Me giro y piso la espalda de Miguel, quien intenta incorporarse.
-¿Has sido tú? - pregunto mientras lo aplasto contra el suelo - ¡¿Tú has dado esa información?!
Miguel se ríe, y eso me pone de los nervios. Piso con más fuerza.
-¡Respóndeme!
No lo hace, así que arqueo la pierna hacia atrás y le asesto una patada en el costado. Miguel grita y se retuerce, cuando voy a darle otra, unos brazos me levantan del suelo y me llevan a la otra esquina del aula.
-¡Relájate! - Juan me suelta y me pega contra la pared, sujetándome por los hombros – No merece la pena y lo sabes. No le muestres tu frustración.
-¡Lo insultan a él por mi culpa! ¡No puedo dejarlo pasar! - la rabia hace que las lágrima corran más deprisa. La gente sigue mirándome y me esfuerzo por no gritarles a ellos también.
-Disfruta haciéndote sufrir, mucho. Así que no le sigas el juego. ¿Entendido?
Me muerdo el labio con fuerza hasta tal punto en el que siento dolor propio de un moratón.
-Está bien.
-¿Se puede saber que está pasando aquí? - la profesora de literatura acaba de entrar por la puerta.
Miguel está aún en el suelo, formando un ovillo. Álex y Estefi por otro lado tampoco charlan pacíficamente. El resto de la clase, está agolpada en una esquina, mirando los móviles y a mí alternativamente. Solo unos pocos están sentados o fuera de clase.
Camino hacia mi pupitre, junto Álex y delante de Juan y Estefi, buscando protección.
-Álex, ayude a Miguel a ponerse de pie.
Álex se acerca a él y tira con fuerza de uno de sus brazos hasta levantarlo y empujarlo contra un pupitre. Después le da la muleta de mala gana. Miguel lo agarra por el brazo. Álex hace una mueca de dolor, pero no aparta la mirada. Los segundos transcurren y el ambiente se tensa.
-¡Sentaos! - Álex empuja a Miguel y se sienta a mi lado.
-¿Cómo estás? - pregunta Álex.
-Confundida – respondo, ahora que la rabia ha disminuido. - Siento como si todo lo que ha pasado estos tres días sólo hubiese sido un error. Un error muy grande.
Permanecemos en silencio mientras sacamos los libros.
-Ha sido un buen golpe – me susurra pasado un rato.
Me giro para observar a Miguel, que tiene dificultades para sacar el material. Cuando se percata de que lo miro, me dirige una sádica sonrisa. Así que aparto la mirada.

-Creo que es lo único que he hecho en condiciones en mucho tiempo.